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Sus dos pulmones son los órganos principales del sistema respiratorio que llenan la mayor parte de su pecho. Los pulmones dependen de los músculos de las costillas y del diafragma para expandirse y desinflarse. El aire viaja por la tráquea en dos bronquios, se divide en bronquiolos y luego en millones de células pulmonares llamadas alvéolos. Estos grupos de pequeños airbags proporcionan un área del tamaño de una cancha de tenis para maximizar el intercambio de gases. Aquí es donde ocurre la magia, donde el oxígeno del aire se absorbe y pasa a la sangre. El dióxido de carbono, un producto de desecho del metabolismo, viaja de la sangre a los alvéolos, de donde sale y se exhala.
Alvéolos es una palabra tomada del latín que significa “pequeña cavidad”. Entonces, los pulmones son, en efecto, una enorme cavidad que nos permite respirar. Los pulmones están cubiertos por una fina capa de tejido, la pleura, y por un líquido lubricante que permite una suave expansión y contracción.
Hay muchos tipos de células pulmonares. Las células epiteliales de tipo 1, o células alveolares escamosas, forman la mayoría de los alvéolos. Carecen de orgánulos, como mitocondrias y cuerpos de Golgi, y tienen paredes increíblemente delgadas para un intercambio de gases efectivo. Las células epiteliales de tipo 2 tienen forma cúbica y producen un tensioactivo para mantener húmedos los alvéolos. Los pulmones también tienen macrófagos alveolares que proporcionan un mecanismo de defensa contra los microbios y otras sustancias nocivas que respiramos hacia los pulmones. Si esto le parece mucho para asimilar, ¡simplemente respire hondo y valore sus magníficos pulmones!