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El páncreas se encuentra detrás del estómago y tiene dos funciones distintas. Como glándula endocrina, produce las hormonas insulina y glucagón para controlar los niveles de azúcar. Como glándula exocrina, el páncreas produce jugos poderosos llenos de enzimas para la digestión de carbohidratos, proteínas y grasas. Cada día, 1.5 litros de jugo pancreático fluyen hacia el intestino delgado.
Las células beta pancreáticas producen insulina. Estas células se encuentran en los islotes de Langerhans, parches de tejido en el páncreas. Cuando los niveles de azúcar en sangre aumentan, las células beta liberan insulina que hace que las células grasas y musculares comiencen a absorber el exceso de azúcar. Como resultado, la glucosa vuelve a niveles saludables y el azúcar se almacena para su uso posterior como fuente de energía celular.
Si las células beta pancreáticas se dañan, la producción de insulina puede verse afectada y provocar diabetes tipo 1. Se cree que la diabetes tipo 1 es el resultado de una respuesta autoinmune en la que el propio sistema inmunológico del cuerpo ataca las células y las destruye. Debido a que el cuerpo ya no puede producir insulina y reducir sus niveles de azúcar de manera efectiva, los niveles de glucosa aumentan. Si bien la diabetes tipo I requiere la inyección regular de insulina, la investigación médica está perfeccionando formas de restaurar las células beta dañadas y curar la diabetes para siempre.
La diabetes tipo II puede ocurrir incluso si las células beta aún están funcionando. Con este trastorno, las células grasas y musculares del cuerpo no responden lo suficiente a la insulina o no se produce suficiente insulina. La diabetes tipo II se presenta típicamente en adultos y es mucho más común que la tipo 1. Afortunadamente, la diabetes tipo II se puede controlar con modificaciones en la dieta, ejercicio y medicamentos.