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Los glóbulos blancos, o leucocitos (“glóbulo blanco” en griego), son los caballeros blancos de su cuerpo. Si un germen enemigo te invade, cabalgarán al rescate y lucharán hasta la muerte.
Hay varios tipos diferentes de leucocitos y cada uno tiene habilidades especiales que ayudan a protegerte. Por ejemplo, los neutrófilos corren hacia la escena cuando las bacterias atacan. Sufren grandes bajas creando el pus que se forma en las infecciones. Las células B. lanzan anticuerpos a los virus virulentos para neutralizarlos, de modo que las células T puedan moverse para matarlos. (Las células T son también historiadores militares: recuerdan a los viejos enemigos y se protegen de los ataques repetidos). Y cuando el polvo finalmente se asienta, los monocitos ayudan a limpiar el lugar al digerir los microorganismos y sus restos.
Algunos leucocitos también intentan rastrear las células cancerosas traidoras que produce su propio cuerpo. Esta fuerza policial doméstica intenta mantener el orden celular para mantenerte saludable. Desafortunadamente, las células terroristas son difíciles de detectar porque pueden parecer casi células normales. La quimioterapia y otros tratamientos generalmente se organizan para ayudar a salir adelante (particularmente en el caso de la leucemia, donde los leucocitos mismos se han echado a perder).
Pero donde prevalece la buena salud, recuerda: en cada gota del sangriento campo de batalla, hay una miríada de campeones vigilantes que vigilan día y noche para mantenerte con vida.