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Durante mucho tiempo se ha considerado al corazón como el centro del cuerpo, el asiento de la vida, la voluntad y la emoción. Todas las culturas de la historia han reconocido su papel esencial en el sustento de la vida. Los egipcios creían que el corazón era el centro de la vida y la mortalidad. Los antiguos griegos creían que contenía el alma y la fuente del calor corporal. Los primeros estadounidenses reconocieron que el corazón era vital para la vida.
Con un peso de aproximadamente 10 onzas, un corazón adulto tiene aproximadamente el tamaño de su puño y consta de cuatro cámaras: la aurícula derecha, el ventrículo derecho, la aurícula izquierda y el ventrículo izquierdo. La sangre fluye desde la aurícula derecha, al ventrículo derecho y a los pulmones para oxigenarse. Luego, la sangre vuelve a ingresar al corazón a través de las venas pulmonares hasta la aurícula izquierda, luego el ventrículo izquierdo la bombea a través de la aorta hacia el cuerpo.
El corazón humano bombea sangre a una velocidad de 60 a 100 latidos por minuto a través de los 60,000 millas de vasos sanguíneos empaquetados en su cuerpo, entregando oxígeno y nutrientes a sus órganos y células. Eso es como viajar dos veces por el mundo. Su corazón late unas 100.000 veces en un día o 35 millones de veces en un año, mucho bombeo durante una vida. Así que la próxima vez que tu Valentín te pregunte cuánto los amas, puedes decirles “Un millón de barriles y 2.500 millones de latidos”.